jueves, febrero 01, 2007

Uno para leer, mexicano promedio absténgase.

28/Enero/2007.
Revista Proceso Número: 1578
Cansada de pagar rentas
Denise Dresser


“Cansada de besar sapos”, es el título de una película de moda. “Cansada de pagar rentas”, debería ser el título de una película –orgullosamente mexicana– de horror. De abuso. De extracción. De colusión. La pesadilla cotidiana que padecen millones de ciudadanos, millones de consumidores, millones de mexicanos sometidos a aquello que la literatura económica llama el “rentismo”: las múltiples maneras en las que individuos o grupos privilegiados obtienen reglas del juego que los benefician. Permisos que los enriquecen. Amparos que los exoneran. Regulación que los protege. Protección que les permite acumular grandes ganancias a expensas de demasiados consumidores. Usted y yo.

Obligados a pagar precios abusivos por bienes y servicios como la tortilla, la telefonía, las carreteras, los servicios financieros, las Afores, la gasolina. Víctimas comunes del proceso mediante el cual uno o varios empresarios –con el permiso del gobierno– capturan rentas a través de la manipulación del entorno económico. Acaparando o especulando o monopolizando o creando un cartel. Manipulando al mercado para controlarlo. Presionando al gobierno para coludir con él. Eso es México hoy en múltiples ámbitos: una economía política donde la explotación al consumidor es práctica común y colaborativa. Y todos los días alguien –usted, yo– paga los precios de esa colaboración.

La colaboración entre empresarios rentistas, reguladores capturados, instituciones coludidas, funcionarios cómplices. Esa red descrita en un artículo parteaguas de la economista Anne Krueger: “The Political Economy of the Rent-Seeking Society” (“La economía política de la sociedad rentista”). Esa red que bloquea el desarrollo en lugar de impulsarlo; que inhibe la innovación en vez de promoverla; que obstaculiza la competencia en lugar de garantizarla; que exprime al consumidor en vez de proveerle buenos productos a bajo costo. Esa red de monopolios y permisos y subsidios y restricciones que distorsiona los precios y los eleva para bien de alguien. Alguien como el dueño de una distribuidora de maíz o el concesionario de una carretera privada o el comprador de un banco rescatado con el Fobaproa o el principal accionista de Telmex o el operador de una Afore. Alguien que no es un consumidor como cualquier otro. Alguien que no es usted o yo.

Pero usted y yo pagamos la renta que hace posible el rentismo. Hacemos posible la transferencia de riqueza para que otros la acumulen excesivamente. Cuando pagamos la cuenta telefónica. La conexión a internet. La cuota en la carretera. La tortilla con un precio fijo de 8.50. La comisión de las Afores. La comisión por la tarjeta de crédito. Ejemplo tras ejemplo de rentas extraídas a través de la manipulación del mercado. Con resultados que incluso Felipe Calderón comienza a reconocer. Porque el rentismo acentúa la desigualdad, produce costos sociales, dilata el desarrollo, disminuye la productividad, aumenta los costos de transacción en una economía que para competir, necesita disminuirlos. Peor aún, convierte a representantes del interés público en empleados de intereses privados. Convierte al gobierno en fiduciario de las familias más poderosas del país o del mercado global. No las de usted o yo.

Porque el rentismo no beneficia al consumidor sino a quien lo ordeña. Beneficia a la familia de Cosme Mares. A la familia de Roberto González Barrera. A la familia del concesionario de la Autopista del Sol. A la familia de alguien que administra una gasolinería. A la familia de cualquiera que obtuvo una posición privilegiada en el mercado y ha lucrado con ella. Beneficia a los especuladores y a los acaparadores y a los monopolistas y a los concesionarios que tienen a su cargo un bien público, y se dedican a extraer ganancias exorbitantes gracias a él. El rentismo rapaz. El rentismo contraproducente. El rentismo que se sirve tajadas cada vez más grandes del pastel mientras lo achica.

Allí está el ejemplo de la tortilla. Un mercado que en realidad no lo es, porque de libre tiene muy poco. Un mercado distorsionado por distribuidores que se coluden entre sí para elevar precios y después celebran cuando Felipe Calderón los fija. Un mercado manipulado por especuladores que acaparan el grano y que con el pacto anunciado, tendrán más incentivos para seguir haciéndolo. Un mercado poco competitivo, controlado por actores dominantes que preferirían mantenerlo así. Un mercado concentrado que opera en torno a dos o tres grandes jugadores, inhibiendo la participación de los demás. Un mercado ineficaz que beneficia a algunos distribuidores mientras perjudica a muchos consumidores. Usted y yo.

Allí está el ejemplo de los bancos. Las preguntas sin respuesta; el misterio sin solución. ¿Por qué los márgenes de ganancia de los bancos extranjeros en México son más grandes que en muchas partes del mundo? ¿Por qué las utilidades voluminosas provienen del cobro de comisiones al consumo, sobre todo en tarjetas de crédito? ¿Por qué las comisiones bancarias en sí representan el 35 por ciento de los ingresos de los intermediarios? ¿Por qué los créditos hipotecarios son tan caros cuando no tendrían que serlo? Y claro, la explicación oficial es el riesgo, dadas las crisis bancarias del pasado. Pero quizás haya otra razón por la cual un mercado que dice ser competitivo no ofrece mejores condiciones a quienes tienen acceso a él. La protección, quizás. La mala regulación, quizás. Y mientras tanto, el servicio malo y caro que padecen los usuarios. Usted y yo.

Allí está el ejemplo de las carreteras. Con tarifas de primer mundo y calidad de tercer mundo. Con baches y tramos inconclusos y faltas de señalización y deslaves y casetas de cobro deshabitadas y sistemas de cobro ineficientes. Con el aumento del 3.1% en tarifas para asegurar una modernización que nunca llega. Luego de un proceso de privatización que prometía beneficios pero sólo existieron para los concesionarios o los contratistas. Uno de ellos, Cosme Mares. Supuesto prestanombre de Vicente Fox para la adquisición de la playa El Tamarindillo. Bajo investigación por la PGR por irregularidades detectadas en contratos carreteros otorgados por la Secretaría de Comunicaciones y Transportes. Protegido por 10 funcionarios de la SCT que nunca le exigieron cumplir y a quien rescataron cuando se le acabó el dinero. Apoyado por personas que usaron a las instituciones para sus propios propósitos. Síntomas del rentismo en cada carretera cara y mal mantenida. En cada extracción en
cada casilla de cobro. Una y otra vez que paramos allí usted y yo.

Allí está el ejemplo de la telefonía. Mes tras mes, el traspaso masivo de riqueza del bolsillo de los consumidores a las arcas de Telmex. A las arcas de Telcel. Un mercado donde 10 años después de la apertura del mercado de telefonía de larga distancia, la empresa de Carlos Slim sigue siendo “dominante” y los precios siguen siendo altos. El proceso falló, dicen exfuncionarios de la Cofetel. La competencia verdadera no se dio, reconocen. El consumidor no se benefició, lamentan. Por la falta de regulación adecuada, por la persistencia de prácticas anticompetitivas, por la inexistencia de esquemas tarifarios, por los amparos que –después de años de litigio– un juzgado federal otorgó. Porque dentro del gobierno y del Poder Judicial mismo hubo quien claudicó. Quien cedió. Quien dejó de diseñar reglas para contener el rentismo. Quien dejó de hablar en nombre del consumidor. Usted y yo.

Ahora, Felipe Calderón nos dice –a usted y a mí– que la situación va a cambiar. Que el marco regulatorio va a mejorar. Que las reglas del juego económico van a cambiar. Que los mercados van a funcionar. Que los privilegios van a acabar. Que el rentismo va a disminuir. En entrevista tras entrevista el presidente lo promete, lo augura, lo anticipa, lo anuncia. Y ojalá sea así. Porque el crecimiento económico que él tanto necesita detonar, pasa por el combate a prácticas rapaces que muchos rentistas quisieran preservar. Porque la competitividad que él tanto quiere promover, transita por la competencia que muchos rentistas quisieran retrasar. Y no sé usted, pero yo estoy cansada de pagar rentas. ?

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Gracias por mandar la info Alex.

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